Hoy voy a dedicar esta entrada al inframundo de los griego el reino de uno de los dioses mas temidos HADES
EL REINO DE HADES
Había varias secciones en el Hades, incluyendo el Elíseo, los Campos de Asfódelos y el Tártaro. Los mitógrafos griegos no son totalmente consistentes sobre la geografía del más allá.
Para los helenos, los fallecidos entraban al inframundo cruzando el río Aqueronte, porteados por Caronte, quien cobraba por el pasaje un óbolo, pequeña moneda que ponían en la boca del difunto sus piadosos familiares. Los pobres y quienes no tenían amigos ni familia se reunían durante cien años en la orilla cercana. Los griegos ofrecían libaciones propiciatorias para evitar que los difuntos volviesen al mundo superior a «perseguir» a quienes no les habían dado un funeral adecuado. El otro lado del río era guardado por Cerbero, el perro de tres cabezas derrotado por Heracles . Más allá de Cerbero, las sombras de los difuntos entraban en la tierra de los muertos para ser juzgadas.
Los cinco ríos del reino de Hades y su significado simbólico eran el Aqueronte (el río de la pena o la congoja), el Cocito (lamentaciones), el Flegetonte (fuego), Lete (olvido) y Estigia (odio), el río sobre el que incluso los dioses juraban y en el que Aquiles fue sumergido para hacerlo invencible. El Estigia formaba la frontera entre los mundos superior e inferior.
La primera región del Hades comprendía los Campos de Asfódelos, donde las almas de los héroes vagaban abatidas entre espíritus menores, que gorjeaban a su alrededor como murciélagos. Solo libaciones de sangre ofrecidas a ellos en el mundo de los vivos podían despertarlos durante un tiempo a las sensaciones de humanidad.
Más allá quedaba el Erebo, que podía tomarse como un eufemismo para el Hades, cuyo nombre era temido. Había en él dos lagos: el de Lete, a donde las almas comunes acudían para borrar todos sus recuerdos, y el de Mnemósine (‘memoria’), de donde los iniciados en los Misterios preferían beber. En el antepatio del palacio de Hades y Perséfone se sentaban los tres jueces del Inframundo: Minos, Radamantis y Éaco. Allí, en el trivio consagrado a Hécate, donde los tres caminos se encontraban, las almas eran juzgadas, volviendo a los Campos de Asfódelos si no eran virtuosas ni malvadas, enviadas al camino del tenebroso Tártaro si eran impías o malas, o al Elíseo (Islas de los Bienaventurados) con los héroes «intachables».